
A veces, los atardeceres no están llenos de colores, las nubes cubren al sol y no se prestan a cumplir deseos ni promesas de eternos amores.
A veces, la oscuridad es mayor que la luz y la desesperanza más grande que la fe.
A veces, basta fijar la vista para percibir las brechas que ocasionan las nubes entreabiertas y permiten el ingreso de unas pequeñas centellas.
Y de pronto, el azul no es mas azul si no celeste, el amarillo aparece y el rayo que ilumina es la puerta que Dios abre, cuando el rechazado creía que ya todo estaba acabado pero antes de rendirse tocó empecinado y surgió el milagro pues jamás por el Señor todopoderoso será defraudado.
